miércoles, 1 de junio de 2011

Don Gorske; el hombre de los 25.000 Big Macs

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17 de mayo de 1972. Ese día comenzó la relación entre la comida rápida y este hombre de Wisconsin que comenzó a contar una a una las hamburguesas que iba comiendo, tras darse un atracón compuesto por doce Big Macs el día de su estreno.

"Las sigo disfrutando cada día", se defiende Gorske. "Necesito dos para llenarme", añade. Ese hombre de mediana edad, además, ha ido guardando los recipientes de plástico de cada comida. Él asegura que siempre ha estado fascinado con los números, y al comprobar que McDonalds llevaba un registro de sus consumidores, eso le animó a anotar todas sus consumiciones.

Cualquiera puede pensar que esa dieta es poco saludable, pero Gorske asegura que se mantiene en forma. Mide 1.82 metros, pesa 84 kilos y, asegura, recorre 16 kilómetros al día.

Antiguamente siempre pedía junto a su querida Big Mac una ración de patatas. Pero ese hábito lo frenó en la década de los noventa, reduciendo su consumo a una vez al mes. Ahora acompaña cada comida de dos helados. Gorske ha escrito un libro contando su experiencia. "A veces la gente me llama raro pero a mi no me importa. Yo respeto a la gente como es", ha dicho, reclamando el mismo trato para su persona. "Simplemente quiero que la gente entienda que no voy a cambiar".

Gorske asegura que tan sólo ocho días no ha podido satisfacer sus ansias. Uno de ellos fue en 1988, el día que su madre murió, en respeto a ella y su recuerdo. "Le hice una promesa y yo siempre mantengo mis promesas". "También la prometí que nunca me cortaría el pelo y en 20 años aún no lo he hecho", proclama.

En otras dos ocasiones no pudo abalanzarse sobre una Big Mac porque su trabajo como empleado de un correccional le impidió llegar a la tienda a tiempo. Otras tres veces estaba de viaje y no pudo encontrar un McDonald's donde saciar su desorden alimenticio.

Tampoco pudo ir a su restaurante preferido el Día de Acción de Gracias del año 2000, y durante unas intensas tormentas de nieve que cayeron sobre su ciudad que obligó a la franquicia de comida rápida a cerrar sus establecimientos.

Desde entonces, y para evitar futuros disgustos, empezó a congelar hamburguesas. Siempre tiene una o dos en su nevera, elevando esa cantidad a cuatro o cinco en invierno. Es la única manera de seguir alimentando su particular obsesión.

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